Hoy me visita Cristina Bajo, escritora cordobesa y argentina
que ha llevado la literatura a lo más alto con sus libros de historia y
romanticismo, y los cuentos que se basan en leyendas. Algunos títulos de su
vasta obra son: “Como vivido cien veces”; “En tiempos de Laura Osorio”, etc. Un
orgullo que hoy responda mis siete preguntas.
1-¿Cuándo comenzó a escribir? ¿Y qué escribió?
R-Comencé a escribir desde muy chica, supongo que porque me
encantaba leer y de alguna manera quería ser como esas personas que escribían
esas cosas tan hermosas que me transportaban a otros mundos: los cuentos de
hadas, las historias del rey Arturo, las revistas de historietas y sus
historias de cow-boys, las novelas de Dickens o esos cuentos de amor que leía
en las revistas que compraba mamá: Maribel, Chabela, Vosotras, Mundo Argentino,
el Hogar, Selecta, Leoplán, y muchas más. Me entusiasmaban también los
novelones de Max Du Veuzit y de Guy de Chantepleure, los folletines de Xavier
de Montepín (¡espantosos y sangrientos!) que me llevaron luego a las novelas
policiales de Agatha Christie y de S.S. Van Dine.
Y así, como una manera de emular esos escritores que me
hacían vivir muchas vidas – según escribió uno de ellos, creo que fue
Stevenson-comencé a escribir historias inventadas o sobre algún animalito
–tenía una gata preciosa llamada Moniña-
o el primer perro que nos regalaron cuando llegamos a Cabana, en las
Sierras de Córdoba, cerca Río Ceballos y de Unquillo. O las historias de
cuatreros que nos contaban los serranos.
En el colegio, me encantaba la hora de “Composición” o
“Redacción”, donde podía inventar bastante. Además, la monja que nos enseñaba me
permitía ilustrar con dibujos y también con dibujos a témpera aquellos deberes.
Hasta hoy, me encanta hacerlo, y varios de mis libros han sido armados con
ilustraciones que yo misma les he buscado: el primero fue uno de la saga de los
Osorio, donde le agregué un mapa con las estancias de los protagonistas y otros
edificios coloniales famosos de mi provincia. A otro libro de la saga, le
agregué un árbol genealógico; a otro, el dibujo de uno de los escudos de la
familia Osorio.
Luego, en el de cuentos “Tú, que te escondes”, le pedí a mi
sobrino Jerónimo, que es arquitecto y que me había ilustrado los anteriores,
que agregara unas casas coloniales, a pluma, cada tanto. Finalmente, me metí a
hacerlo en una obra mayor: Elogio de la cocina, que mereció el primer Premio
Nacional en su categoría al libro mejor impreso e ilustrado de aquel año.
2--Sabe desglosar y hablar de las cosas simples de la vida y
con sus palabras hace que sus lectores disfruten de lo que cuenta.
R- Aprendí, leyendo a los clásicos que perduran, a usar un
lenguaje “que todos entiendan, y que no moleste a los más cultos”. Por otra
parte, creo que soy una buena comunicadora. Y los sentimientos que expreso, en
general, son los sentimientos que nos hermanan: el cariño a los padres, el
gusto por la naturaleza, los amigos, cocinar, recibir, recordar la infancia,
las lecturas, las historias vividas.
3--¿El momento de crear es en el día o por la noche?
R- La noche. Como varios escritores famosos, la noche es mi
tiempo preferido. Quizás por una cuestión de metabolismo, o porque, como dicen
los orientales, unos somos calandrias y otros búhos. Pero también hay algo más:
el silencio y el recogimiento de esas horas, cuando no oímos la vida diaria
pesando a nuestro alrededor, cuando nadie nos llama por teléfono, ni nos tocan
la puerta. Sientes que la casa, el barrio, tu vida y las horas te pertenecen, y
así puedes concentrarte en lo que quieres hacer: en mi caso, escribir, o leer o
ver películas y miniseries.
4--¿Qué han significado para usted los premios recibidos?
R- Durante 50 años, no existí para nadie: no quería borrarme
del padrón de Unquillo, así que ni siquiera tenía un domicilio verdadero. No
tenía cuentas de banco y ni tenía que pagar impuestos. Mi teléfono no estaba a
mi nombre. Editar, tener éxito, ser reconocida, me dio una dimensión distinta,
no tanto hacia los demás, si no para mí misma.
Los premios me han hecho feliz porque es haber llegado a la
vejez y ser reconocida por el trabajo que me gusta hacer. Y que hago desde mi
niñez.
5--¿Cuánto tiempo lleva la investigación antes de armar una
novela histórica?
R- Mucho tiempo. Claro que yo comencé a armar fichas y
cuadernos y carpetas con distintos temas alrededor de 1957. Y más o menos en
esa época, comencé a comprar, además de narrativa, libros de historia y de
estudios. Ahora tengo una excelente biblioteca de consulta, de autores antiguos y muy modernos,
donde voy equilibrando los textos y las ideas, sin contar estudios particulares
que he hecho sobre la vida privada, la agronomía del siglo XIX, la vida durante
el siglo XVIII, la arquitectura, la lectura de testamentos de época, etc.
Te diría que ahora me lleva aproximadamente unos dos o tres
años, pero gracias a ese sedimento de información que atesoro.
6--Cuénteme la anécdota de cuando estaba en 3er grado y la
maestra pidió que escribieran una composición sobre las vacaciones y usted
escribió sobre el viaje en barco a Nueva Zelanda y nunca había estado allí.
R- Cuando nos mudamos a las sierras, nos inscribieron –a mis
hermanos y a mí- en el colegio de las monjas de Unquillo, San Antonio de Padua,
de las hermanas mercedarias. El primer día de clase – yo tendría 7 años
aproximadamente- la hermana Ester, nuestra maestra de grado, nos dio el
consabido deber de escribir dónde o cómo habíamos pasado nuestra vacaciones.
Algunos escribieron sobre un viaje en tren a Mar del Plata, otros, en ómnibus a
Capilla del Monte, alguien, con más modestia, sus zabullidas en el balneario de
los Cigarrales, a la salida de Unquillo.
Mamá tenía la costumbre de leernos todas las tardes, y por
entonces estaba leyéndonos Capitanes Valientes, de Rudyard Kipling, autor al
que amábamos especialmente por su Libro
de Las Tierras Vírgenes, o De la Jungla, el del niño lobo que es
adoptado por una mana de lobos. En Capitanes Valientes, los protagonistas son
dos niños en un barco. Llevada por esa aventura tan imposible de ser vivida
alguna vez por mí, en el centro de una provincia que a su vez es el centro de
un país, lugar muy lejano al mar, me dejé llevar por mi entusiasmo y escribí
una historia donde nos íbamos a Nueva Zelandia con mi familia y que cerca de
aquella costa, hubo una tempestad, un niño se cayó al mar en medio de las olas
embravecidas y el perro de su familia se tiró al mar para salvarlo.
La maestra recogió los cuadernos y al otro día debía
devolverlos con las notas. Fue entregando uno a uno y haciendo comentarios, el
mío fue el último. Me dijo que durante el recreo quería hablar conmigo. Pensé
que me había puesto un aplazo, pero no, era para preguntarme si era verdad lo
que contaba, y le dije que no. Se quedó mirándome y me dijo que yo escribía muy
bien, pero que la próxima vez que me pidiera que escriba sobre lo que hice en
las vacaciones, que escribiera la verdad.
Estábamos medio pupilos, o sea que a la tarde ella nos fiscalizaba los
deberes que hacíamos en el colegio. Y una vez terminados los deberes, me
proponía temas de redacción, me enseñó que eran las metáforas, me enseñó a describir
físicamente un personaje, a describir su carácter, a darle “personalidad”. Creo
que, junto con los clásicos, a ella le debo amar el oficio de escribir.
7--¿Cuál será la próxima novela?
R- Estoy terminando el quinto libro de la saga de los
Osorio, que cierra la historia de esta familia pero también un período: la
guerra civil argentina.
Tengo varios proyectos y algunas novelas a medio escribir
que pienso retomar, una de la época de la colonia, otra, policial, además de
una historia de la Vida Privada en Córdoba.
Pero el jueves 13 de octubre, presentaré, nada menos que en
el centenario colegio Monserrat de Córdoba, en un anfiteatro que tiene más de
400 años, donde circulan muchas leyendas
de fantasmas, mi antología de cuentos Góticos: Alguien llama a la ventana. Elegí cuentos de mis autores preferidos,
todos extraños y terribles, algunos de humor negro, de aparecidos y fantasmas,
al que, junto con Paula Viale, mi correctora, buscamos ilustraciones. Escribí el
prólogo y una introducción a cada cuento, contando lo que contesté en tu prime
pregunta, además de un cuento de fantasmas mío, “La gardenia en el cristal”, de
algo que me sucedió hace años.
Es un libro que he disfrutado de compaginar y armar.
Foto de David Juárez, la gatita es Mari-Gris
Fotos de Gabriel Orge
Un verdadero placer haber podido conversar con Cristina. Gracias.
Leticia Teresa Pontoni.
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