martes, 11 de octubre de 2016

CRISTINA BAJO, entre el romanticismo y la historia




Hoy me visita Cristina Bajo, escritora cordobesa y argentina que ha llevado la literatura a lo más alto con sus libros de historia y romanticismo, y los cuentos que se basan en leyendas. Algunos títulos de su vasta obra son: “Como vivido cien veces”; “En tiempos de Laura Osorio”, etc. Un orgullo que hoy responda mis siete preguntas.



1-¿Cuándo comenzó a escribir? ¿Y qué escribió?

R-Comencé a escribir desde muy chica, supongo que porque me encantaba leer y de alguna manera quería ser como esas personas que escribían esas cosas tan hermosas que me transportaban a otros mundos: los cuentos de hadas, las historias del rey Arturo, las revistas de historietas y sus historias de cow-boys, las novelas de Dickens o esos cuentos de amor que leía en las revistas que compraba mamá: Maribel, Chabela, Vosotras, Mundo Argentino, el Hogar, Selecta, Leoplán, y muchas más. Me entusiasmaban también los novelones de Max Du Veuzit y de Guy de Chantepleure, los folletines de Xavier de Montepín (¡espantosos y sangrientos!) que me llevaron luego a las novelas policiales de Agatha Christie y de S.S. Van Dine.

Y así, como una manera de emular esos escritores que me hacían vivir muchas vidas – según escribió uno de ellos, creo que fue Stevenson-comencé a escribir historias inventadas o sobre algún animalito –tenía una gata preciosa llamada Moniña-  o el primer perro que nos regalaron cuando llegamos a Cabana, en las Sierras de Córdoba, cerca Río Ceballos y de Unquillo. O las historias de cuatreros que nos contaban los serranos.

En el colegio, me encantaba la hora de “Composición” o “Redacción”, donde podía inventar bastante. Además, la monja que nos enseñaba me permitía ilustrar con dibujos y también con dibujos a témpera aquellos deberes. Hasta hoy, me encanta hacerlo, y varios de mis libros han sido armados con ilustraciones que yo misma les he buscado: el primero fue uno de la saga de los Osorio, donde le agregué un mapa con las estancias de los protagonistas y otros edificios coloniales famosos de mi provincia. A otro libro de la saga, le agregué un árbol genealógico; a otro, el dibujo de uno de los escudos de la familia Osorio. 

Luego, en el de cuentos “Tú, que te escondes”, le pedí a mi sobrino Jerónimo, que es arquitecto y que me había ilustrado los anteriores, que agregara unas casas coloniales, a pluma, cada tanto. Finalmente, me metí a hacerlo en una obra mayor: Elogio de la cocina, que mereció el primer Premio Nacional en su categoría al libro mejor impreso e ilustrado de aquel año.


2--Sabe desglosar y hablar de las cosas simples de la vida y con sus palabras hace que sus lectores disfruten de lo que cuenta.

R- Aprendí, leyendo a los clásicos que perduran, a usar un lenguaje “que todos entiendan, y que no moleste a los más cultos”. Por otra parte, creo que soy una buena comunicadora. Y los sentimientos que expreso, en general, son los sentimientos que nos hermanan: el cariño a los padres, el gusto por la naturaleza, los amigos, cocinar, recibir, recordar la infancia, las lecturas, las historias vividas.


3--¿El momento de crear es en el día o por la noche?

R- La noche. Como varios escritores famosos, la noche es mi tiempo preferido. Quizás por una cuestión de metabolismo, o porque, como dicen los orientales, unos somos calandrias y otros búhos. Pero también hay algo más: el silencio y el recogimiento de esas horas, cuando no oímos la vida diaria pesando a nuestro alrededor, cuando nadie nos llama por teléfono, ni nos tocan la puerta. Sientes que la casa, el barrio, tu vida y las horas te pertenecen, y así puedes concentrarte en lo que quieres hacer: en mi caso, escribir, o leer o ver películas y miniseries.


4--¿Qué han significado para usted los premios recibidos?

R- Durante 50 años, no existí para nadie: no quería borrarme del padrón de Unquillo, así que ni siquiera tenía un domicilio verdadero. No tenía cuentas de banco y ni tenía que pagar impuestos. Mi teléfono no estaba a mi nombre. Editar, tener éxito, ser reconocida, me dio una dimensión distinta, no tanto hacia los demás, si no para mí misma.

Los premios me han hecho feliz porque es haber llegado a la vejez y ser reconocida por el trabajo que me gusta hacer. Y que hago desde mi niñez.


5--¿Cuánto tiempo lleva la investigación antes de armar una novela histórica?

R- Mucho tiempo. Claro que yo comencé a armar fichas y cuadernos y carpetas con distintos temas alrededor de 1957. Y más o menos en esa época, comencé a comprar, además de narrativa, libros de historia y de estudios. Ahora tengo una excelente biblioteca de  consulta, de autores antiguos y muy modernos, donde voy equilibrando los textos y las ideas, sin contar estudios particulares que he hecho sobre la vida privada, la agronomía del siglo XIX, la vida durante el siglo XVIII, la arquitectura, la lectura de testamentos de época, etc.

Te diría que ahora me lleva aproximadamente unos dos o tres años, pero gracias a ese sedimento de información que atesoro.


6--Cuénteme la anécdota de cuando estaba en 3er grado y la maestra pidió que escribieran una composición sobre las vacaciones y usted escribió sobre el viaje en barco a Nueva Zelanda y nunca había estado allí.

R- Cuando nos mudamos a las sierras, nos inscribieron –a mis hermanos y a mí- en el colegio de las monjas de Unquillo, San Antonio de Padua, de las hermanas mercedarias. El primer día de clase – yo tendría 7 años aproximadamente- la hermana Ester, nuestra maestra de grado, nos dio el consabido deber de escribir dónde o cómo habíamos pasado nuestra vacaciones. Algunos escribieron sobre un viaje en tren a Mar del Plata, otros, en ómnibus a Capilla del Monte, alguien, con más modestia, sus zabullidas en el balneario de los Cigarrales, a la salida de Unquillo.

Mamá tenía la costumbre de leernos todas las tardes, y por entonces estaba leyéndonos Capitanes Valientes, de Rudyard Kipling, autor al que amábamos especialmente por su Libro  de Las Tierras Vírgenes, o De la Jungla, el del niño lobo que es adoptado por una mana de lobos. En Capitanes Valientes, los protagonistas son dos niños en un barco. Llevada por esa aventura tan imposible de ser vivida alguna vez por mí, en el centro de una provincia que a su vez es el centro de un país, lugar muy lejano al mar, me dejé llevar por mi entusiasmo y escribí una historia donde nos íbamos a Nueva Zelandia con mi familia y que cerca de aquella costa, hubo una tempestad, un niño se cayó al mar en medio de las olas embravecidas y el perro de su familia se tiró al mar para salvarlo.

La maestra recogió los cuadernos y al otro día debía devolverlos con las notas. Fue entregando uno a uno y haciendo comentarios, el mío fue el último. Me dijo que durante el recreo quería hablar conmigo. Pensé que me había puesto un aplazo, pero no, era para preguntarme si era verdad lo que contaba, y le dije que no. Se quedó mirándome y me dijo que yo escribía muy bien, pero que la próxima vez que me pidiera que escriba sobre lo que hice en las vacaciones, que escribiera la verdad.  Estábamos medio pupilos, o sea que a la tarde ella nos fiscalizaba los deberes que hacíamos en el colegio. Y una vez terminados los deberes, me proponía temas de redacción, me enseñó que eran las metáforas, me enseñó a describir físicamente un personaje, a describir su carácter, a darle “personalidad”. Creo que, junto con los clásicos, a ella le debo amar el oficio de escribir.


7--¿Cuál será la próxima novela?

R- Estoy terminando el quinto libro de la saga de los Osorio, que cierra la historia de esta familia pero también un período: la guerra civil argentina.
Tengo varios proyectos y algunas novelas a medio escribir que pienso retomar, una de la época de la colonia, otra, policial, además de una historia de la Vida Privada en Córdoba.

Pero el jueves 13 de octubre, presentaré, nada menos que en el centenario colegio Monserrat de Córdoba, en un anfiteatro que tiene más de 400 años,  donde circulan muchas leyendas de fantasmas, mi antología de cuentos Góticos: Alguien llama a la ventana.  Elegí cuentos de mis autores preferidos, todos extraños y terribles, algunos de humor negro, de aparecidos y fantasmas, al que, junto con Paula Viale, mi correctora, buscamos ilustraciones. Escribí el prólogo y una introducción a cada cuento, contando lo que contesté en tu prime pregunta, además de un cuento de fantasmas mío, “La gardenia en el cristal”, de algo que me sucedió hace años.

Es un libro que he disfrutado de compaginar y armar.



Foto de David Juárez, la gatita es Mari-Gris





Fotos de Gabriel Orge


Un verdadero placer haber podido conversar con Cristina. Gracias.


Leticia Teresa Pontoni.

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